Escribo esto para leerlo en un futuro—cuando la guerra me alcance-y reírme de mis patéticos problemas de la juventud. Sabiendo lo que iba a pasar por mi mente, me tomé el tiempo de usurpar una pluma y tintero, además de un papiro en blanco normalmente usado para la traza de mapas, según contó el capitán. Acá en el puesto de vigía, solo con mi cabeza pero para nada aburrido, me di por vencido después de cinco minutos de pellizcarme el brazo. Esto no es una pesadilla, por más que así lo deseo. El monstruo era real, así como la falta en el firmamento de la estrella más luminosa, al menos para mí.
Habiendo dejado la tormenta marítima atrás, me pongo a pensar qué tanto de esta tragedia fue premeditado. Según los reportes iniciales, los chicos y yo fuimos enlistados a una misión Rango B, mas el altercado que me perseguirá por incontables noches para privarme del sueño califica, a mi criterio, dentro de una escala mucho más alta. Entonces, mi mayor duda es, ¿sospechaban los altos cargos que esa cosa causaba el malestar de los mares? De ser así, en ellos recae la culpa de este vacío dentro mío, pero incluso si es el caso dudo poder desviar esa culpa de mí mismo. Lo que fue, y lo que podría haber sido, chocan cada lado de mi sien a tal punto que me cuesta mantener el pulso para escribir. O tal vez sea solo el mecer del barco.
En mi mente me repito las palabras de Kobayashi, en parte para memorizarlas a pleno, y en parte para encontrarles sentido. Sé que mi próximo objetivo es tan solo repetirlas como me fueron dirigidas, mas no soy amigo de la ignorancia. Si bien se me ha brindado la confianza de portar con tal mensaje, también el mismo está envuelto en una bruma de códigos para que no conozca su verdadero significado. Y por más que intente guardarlo en un cajón de mi memoria, no puedo dejar de analizarlo. No lo plasmaré en este papel, pues incluso así estaría violando el voto de confidencialidad de mi superior. Sin embargo sí dejaré constancia, para el futuro, de mis sospechas a grandes rasgos.
La herrera tenía una tarea, que bien podría haber sido improvisada en el momento dadas sus habilidades, pero las palabras del Yotsuki no lo hicieron sonar así. Eso empuja con bastante fuerza la balanza de la culpa, pero me creo capaz de callar mi enojo hacia el Tsukikage en cuanto alcance sus aposentos. Por otro lado la parte de las noticias esperadas es lo que más me confunde, pues un muerto no es portador de novedades. ¿A menos que se refiera a una autopsia? ¿Pero para qué? Quién sabe. No quiero hacerme de ilusiones estúpidas, y desgraciadamente tendré que creerle a mis malditos ojos. Benditos los ciegos.
Me pregunto si esto afectará a la solidez que puedo llegar a sentir en las palabras de mis superiores. Me considero objetivo, inteligente, y lo suficiente para asumir que a veces los impulsos son más fuertes que nosotros. Ojalá me equivoque, y todo haya sido un gran accidente. Es eso, o convertirme en un ser de roca que no cuestione palabra alguna. Pero una aldea no se desarrolla a partir de generaciones de puros esclavos. ¿O sí?
Como sea, el barco está llegando a puerto y tengo un deber que cumplir. A la tarde tendré que pasar esto en limpio a un cuaderno o algo así, pues gotas de lluvia salada ya están corriendo la tinta que acabo de derrochar.
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